24 nov 2008

Globalización: Actualización de un antiguo proceso.



Había una vez un niño que pregunto a su abuelo la diferencia entre el cielo y el infierno.
Y el abuelo contestó:

- En el infierno hay personas hambrientas reunidas alrededor de una gran olla colmada de exisita comida. Pero estas personas, tienen por brazos rectos mangos con cucharas en sus extremos; con ellos toman el alimento y el no poder doblarlos les impide llevárselos a sus bocas.
En el cielo, están las mismas personas reunidas alrededor de la misma gran olla y colmada también de exisita comida. Tampoco pueden doblar sus brazos; pero ninguna sufre hambre, porque descubrieron que pueden extenderlos a las bocas de los demás y cada uno come el alimento de la mano del otro.





Globalizarnos: Un histórico mandamiento.

Tradiciones sagradas de todos los tiempos y culturas describen la unidad intrínseca de la Totalidad. Por ejemplo, desde la óptica cristiana, en el evangelio de San Juan se lee: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. También está en las palabras del maestro zen Dogen: “Todos los seres están sumergidos en la naturaleza de Buda. Sin embargo la naturaleza de Buda está sumergida al mismo tiempo en todos los seres”. De igual modo, en el contexto de la tradición hindú, Sri Aurobindo afirmaba: “Todo está en cada uno y cada uno está en el Todo”. En la tradición filosófica occidental Anaxágoras decía: “Todo está en todo..., nadie existe aisladamente”. Similar visión, también la encontramos en la cosmología de los pueblos originarios cuando se refieren a la Madre-Tierra / Padre-Cielo.

Esa Unidad referida de formas distintas según sus diferentes procedencias (Dios, Tao, Brahmán, Alá, etc.) también va siendo constatada por la ciencia. El pensamiento científico fue abandonando sus clásicos conceptos sobre una realidad fundamental formada por partes independientes, para ir entendiendo al mundo como un complejo entretejido de acontecimientos, en el cual las relaciones de diferentes aspectos se alternan, o se trasladan o cambian generándose la textura del Todo.

Si nada hay de novedoso en el concepto de Unidad, entonces quizás la globalización sea nada más (¡ni nada menos!) que la actual manera de nombrar al perenne proceso en que los humanos nos vamos dando cuenta que conformamos y somos conformados por una Unidad que nos incluye y trasciende.

La dirección de la parte hacia la Unidad, es una historia que antecede a la existencia de nuestra especie; es también la historia de nuestro planeta y quizás también del Kosmos. Esta historia esta implicada tanto en nuestro presente, como así también en aquel mítico pasado cuando salimos de la propia caverna y descubrimos a otros diferentes. Es en el devenir de ese proceso, que vamos manifestando en las múltiples facetas socioculturales (religión, arte, política, salud, ciencia, técnica, etc.) nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno.

No es sinónimo de globalización el simple hecho de consumir productos producidos al otro lado del mundo, operar en los mercados mundiales o el estar conectado a Internet. Es importante valorar estos hechos, pero la Globalización es omniabarcativa de todos los planos y niveles de la vida; si la reducimos únicamente a sus aspectos materiales y tecnológicos, estaremos fragmentando la amplitud y la profundidad de la sincronicidad implicada en el misterioso impulso hacia la Unidad.





Valorar al árbol y al bosque.


Al mirar la globalización como un hecho histórico, puede observarse como la tendencia de la parte hacia la Unidad se expresa en el impulso humano de salir del pequeño mundo conocido, para aventurarse en la relación con el gran mundo desconocido. En ese andar se vive la tirantez entre dos necesidades: La de afirmar la identidad individual y la de adaptarse en comunión como parte de la totalidad. Conciliar saludablemente a ambas necesidades, parece ser un aprendizaje evolutivo que aún no hemos concluido. Desde una concepción dualista y fragmentaria de la realidad, generalmente se ensayaron dos tipos de respuestas: Una de ellas privilegia a la parte por encima de la totalidad (individualismo) La otra, privilegia a la totalidad por encima de la parte (comunismo) Pero veremos seguidamente que existe otro nivel, más próximo a una concepción no dual de la vida, desde el cual emerge otro panorama diferente.


El sendero hacia la Unidad puede ser comprehendido como un camino de doble tránsito: Por un lado, desde lo múltiple se llega a la unidad sin destruir las singularidades (por Ej. : la multiplicidad de las células participa en el órgano, sin que por esto se destruya lo específico de cada una de ellas). Por otro lado, de lo uno se llega a lo múltiple sin romperse la unidad (por Ej. : el órgano participa en las células sin partirse la unidad)


La simultánea permanencia de la trascendencia de las partes hacia el Uno, y de la inmanencia del Uno en las partes, garantiza la co-existencia de ambos.


No habrá unidad sin el afán de globalizarnos aniquilamos a las singularidades de sus componentes (sería como si el órgano quisiera constituirse eliminando a las células a través de las cuales se constituye) Tampoco habrá individualidad fecunda si tras el deseo de autonomía no sabemos reconocer aquello que nos une (sería como sí las células, sin reconocerse como parte del mismo órgano quisieran destruirlo para expandiese individualmente.)


Cuando los partidarios de las totalidades no reconocen la importancia de las singularidades, estamos ante hegemonías socio-culturales totalitarias. Cuando los partidarios de las singularidades no reconocen la importancia de la totalidad, estamos ante nacionalismos fundamentalistas. Ambas posiciones extremas se confrontan y aferrados a sus parciales razones batallan entre sí con idénticas armas.




Todas las manos, todas.


Disponemos de la experiencia histórica de que cada vez que una persona, grupo o civilización confundió a la parcialidad de su verdad con la verdad absoluta, concluyó auto-proclamándose “pueblo elegido” para llevar al resto de la humanidad hacia lo que para ellos era un glorioso destino. Cuando esto ocurrió, fueron percibidos como una amenaza quienes no acordaron con dicha auto-atribución, y bajo la acusación de ignorancia, herejía o error culpable, se justifico todo método de control.


En nuestros días, también desde un sector hegemónico se le niega el derecho a la interrelación y a un intercambio digno a quienes tienen creencias, valores y metas distintas a las pregonadas; unos condenan a los otros a la sombra de la marginación desde donde nunca parecen tener nada legítimo que decir, ni nada valioso que aportar al devenir histórico. Así es que la identidad de la especie humana va quedando escindida, fragmentada en dos partes: Una, es la voz “oficial” que se expande dominadora y altiva; en ella se auto reconocen quienes coinciden en idénticas metas y caminos. La otra parte es la marginal, subterránea; la que únicamente puede hablar a través del traductor “oficial”; por ser vista como la anti-meta resulta menospreciada y dominada hacia su máxima contracción y/o extinción.


Lo que ocurre a nivel especie, es comparable a lo que individualmente sucede entre el ego y la sombra. En psicología sabemos que una persona empobrece su identidad cuando oculta en su sombra aspectos que rechaza de sí misma; consecuentemente pierde el significado de dichos aspectos y el saludable potencial existente en cada uno de ellos. Una metáfora útil para entender este proceso es el holograma: Una de las características del holograma es que al iluminar una de sus partes se obtiene información de toda la imagen, pero será desde menos ángulos y menos detallada; contrariamente, la imagen será más amplia y detallada cuanto más partes se tomen del holograma. Cuando un individuo logra “escuchar” a su propio aspecto rechazado, obtiene de él una información que (mediante una adecuada interrelación e intercambio justo) concluye enriqueciéndose siempre la totalidad de la persona. Así como se mejora y se realiza individualmente quien despliega las potencialidades constructivas de los propios aspectos, también la humanidad requiere del aporte de todos sus integrantes para mejorar lo mejorable y realizar lo realizable.


Hoy sabemos que para la naturaleza, que nada desecha, es ley de su evolución la unidad por integración. Es decir que siempre conserva la unidad funcional, gracias a la integración que coordina en una unidad más elevada, actividades cada vez más numerosas y complejas. La pauta evolutiva de unidad por integración puede ser un adecuado modelo desde el cual concebir una globalización que en lugar de aniquilar las diferencias personales y socio-culturales, las auto-eco-organice albergándolas como aspectos solidarios de un flujo único y continuo.


Accederemos a una Globalización más amplia, profunda y trascendente, cuanto más singularidades aprehendamos a re-unir. Cada vez que fallamos en esto, más se empobrece el potencial del conjunto de la humanidad. Al quedar escindidos en globalizados/dominados y globalizadores/dominadores, de una u otra forma, las dos partes pierden la insustituible riqueza que sólo pueden aportarse entre diferentes cuando el intercambio es libre y dignificante para ambos.



Complementariedad solidaria.



El proceso de Globalización está implicado en lo individual y en lo colectivo, en lo subjetivo y en lo objetivo; por lo que en cada nivel se despliegan expresiones de dicho proceso. Seamos quienes seamos, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, no podemos dejar de ser participes en la Globalización, porque es inherente a nuestra esencia el ser parte del Todo y el que el Todo sea parte de nosotros.


¿Cómo sienten, nombran, piensan y viven otros sistemas socio-culturales esto que hoy nosotros llamamos Globalización? ¿Qué diferencias y / o semejanzas hay respecto a la Globalización (por ejemplo) entre el empresario de una multinacional radicada en Capital , un obrero del Gran Buenos Aires y el aborigen del noroeste argentino? Son múltiples los significados que podemos darle a la palabra globalización y cada uno de estos significados son necesarios. Cada una de las partes es necesaria en la Unidad, porque la Globalización existe en todas y cada una de las partes.


Cada persona y comunidad son portadoras de una pieza constitutiva del gran rompecabezas llamado Unidad.


Por caer en la ilusión de la fragmentación, se supone que la propia parte es la totalidad del rompecabezas; en este caso, cada una de las partes involucradas sostiene, con igual convicción la misma afirmación: “yo estoy en lo correcto y tus eres el equivocado; yo soy el bueno y tú el malo; Dios esta de nuestro lado, y no del de ellos”. En cambio, al disiparse la ilusión nos enaltecemos en sabiduría; entonces nos vivenciamos como una singular parte mas junto a las muchas otras del mismo gran juego. Así como se complementan entre sí las distintas piezas del rompecabezas, igual de complementarias son las diferencias personales y socio-culturales.


Ningún modelo tiene todo resuelto, siempre hay algo que mejorar. Así como se dice que es el pez el último en descubrir el agua, también un sistema socio-cultural puede ser el último en vislumbrar las raíces de sus propios conflictos y en instrumentar las respuestas adecuadas. Vivimos el privilegio histórico de acceder a la información almacenada por distintas culturas desde los más remotos tiempos. Por primera vez en la historia de nuestra especie tenemos a nuestro alcance la mayor cantidad de piezas del gran rompecabezas. Podemos enriquecernos como nunca antes con todas ellas.


Al auto-reconocerse el propio límite, cuando hay necesidad autentica, otro sistema socio-cultural puede advenir necesario diferente y complementarse solidariamente en un genuino encuentro. Es como letras de un mismo alfabeto, que crean palabras uniéndose en sus diferencias.


Es imprescindible la existencia del otro diferente para constituir una comunidad de intereses en conciencia de la complementariedad solidaria.


Salir del absolutismo no requiere irse a un relativismo extremo, ni habitar su chato mundo en el que todo da igual.


Hay distinciones entre lo permanente y lo transitorio, entre lo superficial y lo profundo; pero sólo pueden hacerse estas distinciones en el conversar, en el ir siendo humanos en el mundo con el otro. Se trata de un encuentro que va mucho más allá que la mera constatación sensorial del otro tan frecuente en el “estar informado” o “mirar sin ver”, propio de la cultura del zapping; al aventurarse en una verdadera relación de encuentro, se da la posibilidad de un “yo soy...” abierto al crecimiento, a la creatividad, a descubrir formas de Ser complementarias. Cuando falta esa calidad de encuentro, resulta un “yo soy” dogmático y cerrado. Al reconocer, comprehensiva y empaticamente, al otro en toda su alteridad, se disuelve la separatividad en un re-encuentro creativo y transformador.


Si bien hace tiempo que conocemos las limitaciones de imponer alguna verdad absoluta, aun es problemático co-existir en ese reconocimiento. Pero como todo problema es una oportunidad que nos lanza hacia delante, podremos adelantar en el proceso de Globalización si aprehendemos a flexibilizar las hegemonías de las partes; el hacerlo no solo es un beneficio para el otro, sino que también para uno mismo.


Es vital revisar como nos vinculamos con el necesario diferente, sea que el otro sea una persona, grupo, comunidad, nación o cultura. Observar si lo hacemos desde una relación globalizador/dominador – globalizado/dominado; a modo de colono conquistador, donde el otro diferente es un objeto sin más valor que el de satisfacer únicamente los propios apetitos. O si lo hacemos basándonos en un vínculo de complementariedad solidaria; en el cual ambos nos globalizamos nutriéndonos en un encuentro donde el otro es tan valioso, legítimo y digno como yo.




Haciendo conciencia al andar.


Darnos cuenta como nos relacionamos participativamente en la Unidad, y como se relaciona participativamente la Unidad en nosotros, fue y es el objetivo de las tradiciones místicas de todas las culturas. Cada un aporta su propia visión y señala su consecuente método; pero todas ellas concuerdan en que nos vamos dando cuenta durante una tarea de aprendizaje evolutivo.


La conciencia evoluciona desplegándose en sucesivos estadios de aprendizaje. Durante cada uno de estas etapas, la conciencia se va abriendo a diferentes realidades; es comparable a cambios de paradigmas en los que se transforma la constelación de ideas, creencias, valores, sensaciones de identidad, necesidades y las maneras de ser y de estar en el mundo.


Resumidamente introduciré algunas características de dicho proceso agrupándolas en tres grandes momentos evolutivos:


No-conciencia: Es una etapa pre-personal. El ego permanece indiferenciado, fundido y confundido con el mundo que lo circunda.


Conciencia de sí: Se adquiere la capacidad de decir “yo soy”. Es el nacimiento de la persona diferenciada del mundo, pero también se fragmenta de él. El universo queda escindido en dualidades aisladas, opuestas y antagónicas.


Conciencia de parte: Es una etapa transpersonal. Cuando se dice “yo soy”se lo dice sabiéndose específico, diferente y único, pero también existe la auto-percepción de ser parte de la trama de una Unidad que lo incluye y trasciende. Se diferencia sin fragmentar, por lo que cada parte es experimentada como manifestaciones singulares, solidarias y complementarias de la Unidad.


Podemos advertir que durante el transcurso de este extraordinario arco evolutivo hay un creciente descentramiento (o egocentrismo decreciente) que posibilita incrementar la capacidad para develar totalidades cada vez más complejas, inclusivas y completas, y para desplegar unidades de mayor trascendencia. Cada una de las fases enunciadas descansa y se nutre de las anteriores, ya que éstas son incluidas e integradas en el proceso global de expansión de la conciencia. Sólo puede darse un nuevo paso cuando los anteriores fueron satisfactoriamente recorridos, integrados y trascendidos.


Según lo dicho, cambiará la visión de la globalización según el nivel de conciencia al que se haya accedido. Por ejemplo quien se encuentra en el fulcro de Conciencia de sí, tendrá una turbia vivencia de la Unidad; tendera a percibir a cada diferente como si se tratara de alguien esencialmente antagónico; encontrara en la violencia su mejor arma para acabar con los conflictos. En cambio, quien se halle en el estadio Conciencia de parte, accederá a una clara vivencia de la Unidad; será propenso a ver en el diferente a un potencial complementario; la compasión será el combustible que pondrá en marcha la resolución de cualquier conflicto.


Pero no solamente varia el nivel evolutivo de la conciencia entre una persona y otra, sino que a demás, un mismo individuo puede tener aspectos psicológicos más o menos crecidos. Un ejemplo de esto es cuando alguien coincide con el principio de unidad y complementariedad entre las partes; pero no obstante, en ocasiones desear imponer autoritariamente su propio punto de vista. Quedando por delante en estos casos, la asistencia interior del aspecto más evolucionado al menos crecido.


Según lo dicho, si bien podríamos generalizar que (en tanto especie) llevamos recorrido un importante tramo evolutivo, es obvio también que no todos transitamos homogéneamente los mismos estadios o fulcros. A decir verdad, en general parece faltarnos bastante para experimentar los niveles transpersonales desde donde accederíamos integral y concientemente a la Unidad.




Conclusión inconclusa.


Dada la complejidad de diferentes sistemas socio-culturales y de los distintos niveles evolutivos de conciencia implicados en la Globalización, estamos a media luz ensayando y creando posibles actualizaciones de este antiguo proceso.


Es cierto que estamos globalizándonos, pero aún resulta incierta la manera de acordar la Globalización que queremos.


El verdadero acuerdo es fruto del dialogo. Sin embargo, no es fácil abrirse siempre a su fertilidad sin cerrarse en el estéril monologo del autoritarismo; más difícil resulta hacerlo con quienes parecen ni siquiera adoptar al diálogo como valor o con quienes ni se puede acordar el estar en desacuerdo. Pero es ineficaz querer resolver el fundamentalismo de una de las partes, con más fundamentalismo por parte de la otra.


Como lo micro y lo macro, lo subjetivo y lo objetivo solo son diferenciaciones interpenetradas de la misma Unidad, retomando la metáfora del holograma, también podemos ocuparnos del autoritarismo fundamentalista cuando advertimos estos rasgos en nuestro interior y nos ocupamos de ellos. Si intentamos asumir libre y responsablemente la fe y el miedo, la omnipotencia y la impotencia, la rigidez y la flexibilidad, el odio y el amor (u otras de las tantas dualidades que habitamos y nos habitan) será más fácil acercarnos en actitud de diálogo al necesario otro diferente. Porque cuanto más comprensivos seamos con nuestras humanas contradicciones, seremos menos propensos al enjuiciamiento de los demás y más posibilidades tendremos de encontrarnos con las humanas semejanzas del necesario diferente.


Desde el profundo deseo, desde el propio espacio socio-cultural y sin esperar que otros lo hagan por nosotros, podemos elegir como participar en la Globalización. Esta en cada uno de nosotros orientar nuestro sentimiento, pensamiento y acción en coherencia al movimiento del Todo, o hacerlo en contra posición. De todos modos, así como fue dicho “De la tierra nacemos y a la tierra volveremos”, a corto o largo plazo, estamos impulsados a través de los aciertos y desaciertos a ser parte conciente de la Unidad. En tanto esto va sucediendo, seguiremos ensayando en la globalización como necesaria escena de aprendizaje (pero transitoria) en la gran obra de La Globalización.


Juan Antonio Currado



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Globalización: Actualización de un antiguo proceso. by Juan Antonio Currado. is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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