Una cosa es el dolor y otra el sufrimiento.

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El dolor es normal, inevitable y hasta necesario.

¿Se imaginan, por ejemplo, si nos estuviésemos quemando el dedo y por no sentir dolor no lo apartamos del fuego; o que ante la muerte de un ser amado siguiésemos como si nada sin hacer la pausa (el duelo) para elaborar saludablemente esa perdida? Si no existiera el dolor… la pasaríamos muy mal.

Se sufre cuando se le da un significado equivocado al dolor, cuando no se le encuentra un sentido y se cuestiona su presencia, se lo cree injusto y enojados se lucha contra él. Hacer esto es como pelearse con el cartero porque no gusta el mensaje que trae.

El sufrimiento es innecesario. Lo podemos evitar aceptando al dolor como parte “de lo que es”, reconociendo su función, dándonos cuenta del significado que para cada uno tiene y otorgándole un sentido dentro de nuestras vidas. Cuando realizamos esto, estamos en mejores condiciones de hacer lo mejor para que deje de doler (en la medida que sea posible).

Cesa el dolor en cuanto dejan de estar presentes las causas que lo provocaron. En cambio, aunque ya no haya dolor, podemos prolongar el sufrimiento alimentándolo hasta el infinito con  tortuosos recuerdos.
Aún en aquellos casos que nada podemos hacer para aliviar el dolor… siempre podemos ahorrarnos el auto-martirio de multiplicar y/o eternizar ese padecer en nuestra mente… además que, seguramente, lograremos transitar el dolor inevitable de una manera más digna e integra.

Juan Antonio Currado