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Desde el martes pasado, en nuestro país (Argentina) estamos de luto por las consecuencias que dejaron lluvias e inundaciones de dimensiones y consecuencias inéditas para personas pertenecientes a un amplio abanico socio-económico-cultural.
Por un lado, emociona ver como en medio del dramático cuadro de las inundaciones y de las consecuencias que tiene para miles de personas, surgen incontables acciones de ayuda.
Por otra parte, pareciera ser que sorprende ser testigos de tanta desinteresada y entusiasta solidaridad. Tal vez, pienso, esta sorpresa se deba a que contrasta con tantos bombardeos de noticias que a diario sólo ponen el acento en lo "peor" de nosotros; sorprende ver que a pesar de lo pregoneros de las divisiones, de las peleas, del “sálvese quien pueda” y del pesimismo… están vivas las virtudes que nos hacen más humanos: empatía, compasión y solidaridad.
Por otra parte, pareciera ser que sorprende ser testigos de tanta desinteresada y entusiasta solidaridad. Tal vez, pienso, esta sorpresa se deba a que contrasta con tantos bombardeos de noticias que a diario sólo ponen el acento en lo "peor" de nosotros; sorprende ver que a pesar de lo pregoneros de las divisiones, de las peleas, del “sálvese quien pueda” y del pesimismo… están vivas las virtudes que nos hacen más humanos: empatía, compasión y solidaridad.
Si contextualizamos estás inundaciones y la trágica consecuencia que tiene para miles de personas dentro de un contexto más amplio y global, puede que podamos aprovechar esta dramática situación para (entre otras cosas) darnos cuenta que no hace falta mirar un documental de ecología, leer informes de algún organismo especializado, ni adherir a ninguna visión espiritual de la new age para tomar consciencia del cambio climático: alcanza con mirar a nuestro alrededor, lamentablemente.
Para todos cada vez esta más visible que aquello que le hacemos al medio ambiente también nos los estamos haciendo a nosotros mismo, porque somos parte de La Tierra.
Guerras, falta de alimentos o violación de los derechos humanos fueron motivos para que millones de personas se vieran forzadas a abandonar sus tierras para refugiarse en otro país. Pero en la actualidad, el cambio climático obliga a abandonar los lugares en los que viven; esto da origen a un nuevo tipo de refugiados: los ambientales.
El refugiado ambiental ha sido definido como aquel individuo que se ha visto forzado a dejar su tierra natal, de forma temporal o permanente, debido a problemas ambientales, poniendo en peligro su existencia y/o afectando seriamente su calidad de vida.
Un estudio realizado por Federación Internacional de la Cruz Roja y las Sociedades de la Media Luna Roja estima que hay actualmente más de veinte millones de refugiados ambientales en el mundo. Esto quiere decir que aproximadamente una de cada doscientas personas en el planeta es un refugiado ambiental.
Por primera vez, la degradación ambiental se ha convertido en la mayor causa de migraciones.
En la medida que no cambiemos… la escasez de alimentos, la falta de agua potable, inundaciones y elevación del nivel del mar (consecuencias directas del cambio climático) hacen que Naciones Unidas proyecte 50 millones de refugiados ambiéntales para el 2020 y doscientos millones de personas para el año 2050.
Para peor, según pronostican, el 75 % de las poblaciones que serán azotadas por estas violentas migraciones climáticas radican en las áreas pobres del planeta: como África, Asia y América Latina.
Sin dudas que estamos ante uno de los mayores y nuevos desafíos del siglo XXI. Vale tener presente lo de los dos ideogramas con el cual los chinos escriben la palabra crisis: peligro + oportunidad.
Juan Antonio Currado
Más información en
www.todoscaminos.rio20.net,
http://www.scielo.cl/pdf/revider/v19n2/art04.pdf
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