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Vicente Simón es Catedrático de Psicobiología de la Universidad de Valencia. Hace una década, mientras leía textos de filosofía oriental, decidió aprender la práctica de la meditación. E inevitablemente se interesó por entender cómo afectaba esa práctica a nuestro cerebro. En la actualidad es uno de los principales expertos en la neurobiología del mindfulness o atención plena, una técnica basada en la meditación budista que, según los últimos estudios científicos, puede modificar el cerebro.
Pregunta. La meditación ha irrumpido con fuerza en occidente...
Respuesta. La verdad es que tanto el estudio de la neurobiología cerebral como de la aplicación clínica de la atención plena se encuentran ahora en un periodo de crecimiento explosivo. Estamos asistiendo a un incremento exponencial del interés por estos temas, yo creo que porque la humanidad intuye, de alguna manera, que está en riesgo real de "autodestruirse" y busca la orientación de lo que se ha llamado desde siempre la "sabiduría perenne".
P: ¿Qué cambia en nuestro cerebro cuando practicamos atención plena?
R: Aunque estamos muy lejos de comprender todo lo que pasa en el cerebro durante la práctica, recientemente se ha publicado una investigación que arroja bastante luz sobre la actividad cerebral en la meditación. Cuando no está ocupada en una tarea concreta, nuestra mente tiende a implicarse en procesos narrativos, en los que relaciona el pasado con el futuro y construye la entelequia del "self" personal. Esta actividad se produce en redes neuronales localizadas en las zonas mediales de la corteza prefrontal, que son zonas con una actividad muy intensa en los humanos modernos que nos diferencian de otras especies.
P: Demasiado ajetreo neuronal...
R: Podríamos decir que ese ajetreado quehacer cerebral se encuentra al servicio de la supervivencia humana. Tratamos de construir modelos del futuro basándonos en nuestras experiencias del pasado. Procuramos preveer lo que va a suceder, a fin de poder planificar mejor nuestra conducta e incrementar así nuestras posibilidades de subsistir y de prosperar. El problema es que, cuando esta función se activa demasiado, vivimos constantemente en el futuro, siendo presas del temor o del deseo. Vivimos para lo que ha de pasar (que es algo ilusorio) y comenzamos a dejar de vivir en la realidad de lo que pasa. Sin embargo, cuando dedicamos nuestra atención a lo que está sucediendo en el momento presente, decrece la actividad de estas zonas mediales de la corteza prefrontal y entran en juego circuitos nerviosos situados más lateralmente en el cerebro. Son instantes en los que, en lugar de vagar por los cerros de Úbeda, nuestra mente se centra en lo que estamos viviendo en ese momento.
P: Y para que todo eso se convierta en un hábito hay que entrenarse mentalmente.
R: Así es. Al entrenarnos en mindfulness, es decir, al hacer meditación, lo que hacemos fundamentalmente es abandonar la actividad de esa mente errante, también llamada "mente de mono" porque nuestra mente, igual que un mono brinca de rama en rama, va "saltando" de tema en tema. Entonces concentramos nuestra atención en lo que está sucediendo en el presente, bien en nuestro cuerpo, bien en el mundo exterior. Dejamos de rumiar sobre el pasado y de preocuparnos acerca del futuro. Eso es bueno porque, en lugar de activar continuamente los circuitos de la supervivencia, ponemos también en marcha los circuitos de la felicidad.
P: Entonces, ¿nuestro cerebro es "moldeable", puede cambiar?
R: Por supuesto. No hay ninguna duda de que incluso el cerebro adulto posee una considerable capacidad de adaptación. Si yo, por ejemplo, comenzara ahora a jugar al golf, o a aprender chino, ciertas zonas de mi cerebro se modificarían para crear el sustrato neuronal necesario para llevar a cabo esas actividades. Desde luego, serían zonas muy diferentes en cada uno de las dos tareas y, probablemente, no llegaría a alcanzar mucha maestría en ninguna de esas disciplinas. Respecto a la meditación, hay un trabajo muy interesante del equipo de Sara Lazar que, utilizando técnicas de resonancia magnética, demuestra que la práctica de la meditación incrementa el grosor de ciertas zonas cerebrales relacionadas con la atención, el procesamiento sensorial y la interocepción. Otro aspecto muy interesante de ese trabajo es que presenta indicios de que la meditación es capaz de contrarrestar el adelgazamiento que sufren, con la edad, ciertas zonas cerebrales. Es decir, que la meditación nos protegería de algunas consecuencias del envejecimiento cerebral.
P: ¿Y cómo ayuda la atención plena a combatir la depresión o la ansiedad?
R: En el caso de la depresión, sabemos que la meditación puede disminuir la frecuencia de las recaídas en nuevos episodios depresivos. Al parecer, esto sucede porque, al meditar, pasamos menos tiempo dedicados a pensamientos negativos y cavilando sobre nuestras preocupaciones. De hecho, el tratamiento y prevención del estrés es el tema que originó, históricamente, la aplicación de la atención plena a la práctica clínica. Fue Jon Kabat-Zinn quien utilizó una combinación de meditación y de yoga para aliviar el sufrimiento de pacientes crónicamente estresados, bien por razones médicas (como el dolor de espalda, el cáncer, las cardiopatías y otras patologías crónicas), bien por razones psicológicas, por estar sometidos a situaciones estresantes de larga duración y padecer ansiedad, depresión o insomnio. También se ha demostrado que la práctica de atención plena contribuye a reducir la ansiedad, ya que activa las zonas cerebrales responsables de la modulación del miedo.
P: Sorprendente...
R: Y hay más. Meditar facilita la aparición de estados de ánimo positivos, pues incrementa la actividad del hemisferio cerebral izquierdo. La atención plena aumenta la capacidad de empatía y de comunicación, facilitando así las relaciones interpersonales. También incrementa la auto-comprensión, haciendo posible que interpretemos mejor el sentido de la propia vida. Todos estos factores contribuyen a disminuir el estrés y a que nos sintamos más dueños de las situaciones que vivimos y, en general, de nuestras vidas.
La práctica de la atención plena nos descubre un mundo nuevo, que no es otro que aquel en el que ya vivimos, pero visto desde una perspectiva radicalmente distinta. Se trata de acceder a un estado de conciencia diferente. En nuestras vidas, la actividad turbulenta de nuestras mentes hiperactivas no nos deja distinguir con claridad lo que es importante y lo que es accesorio y, en general, andamos persiguiendo objetivos que nos crean todavía más problemas y tensiones de las que ya tenemos. Al apaciguar la mente, vamos descubriendo lo que realmente importa y acabamos intuyendo cuál es el camino que conduce a la verdadera felicidad.
Elena Sanz
muyinteresante.com
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