“Flandes, 24 de diciembre de 1914. La tarde llega a su fin. La Primera Guerra Mundial de la historia en su quinto mes. Millones de soldados se apiñaban agazapados en la red de trincheras que cruzaban la campiña europea. En muchos lugares, los ejércitos enemigos estaban atrincherados uno frente a otro, a un tiro de piedra. Las condiciones eran infernales. El aire glacial del invierno entumecía los cuerpos. Las trincheras estaban anegadas. Los soldados compartían su cobijo con ratas y otras alimañas. Por falta de letrinas adecuadas, el hedor de excrementos humanos lo impregnaba todo. Los hombres dormían de pie para evitar la porquería y el fango. Los soldados muertos yacían en la tierra de nadie que esperaba las dos fuerzas, pudriéndose a unos metros de sus camaradas vivos, que no podían ir a por ellos para darles sepultura.
Cuando aquella noche caía sobre los campos de batalla, sucedió algo extraordinario. Los soldados alemanes empezaron a prender velas en los miles de pequeños árboles de Navidad enviados al frente para elevar su moral. Luego comenzaron a cantar villancicos… Primero, Noche de paz; luego, un torrente de canciones. Los soldados ingleses escuchaban atónitos. Uno que contemplaba con incredulidad las líneas enemigas dijo que las trincheras titilaban “como candilejas de un teatro”. Los ingleses respondieron con aplausos: al principio con cierto reparo, luego con entusiasmo. También ellos empezaron a cantar villancicos a sus enemigos alemanes, que respondieron aplaudiendo con el mismo fervor.
Varios hombres de los dos bandos salieron a gatas de las trincheras y empezaron a cruzar a pie la tierra de nadie para encontrarse; pronto les siguieron centenares. A medida que la noticia se extendía por el frente, miles de hombres salían de las trincheras. Se daban la mano, compartían cigarrillos y dulces, y se enseñaban fotos de sus familiares. Se contaban de dónde venían, recordaban Navidades pasadas y bromeaban sobre lo absurdo de la guerra.
A la mañana siguiente, mientras el sol de la Navidad se elevaba sobre los campos de batalla, decenas de miles de hombres –según algunas fuentes, hasta cien mil- charlaban tranquilamente. Veinticuatro horas antes eran enemigos y ahora se ayudaban para enterrar a los camaradas muertos. Se dice que se jugó más de un partido de fútbol. Los oficiales del frente también participaban, pero cuando las noticias llegaron al alto mando de la retaguardia, los generales no vieron los hechos con tan buenos ojos. Temiendo que esta tregua pudiera minar la moral militar, enseguida tomaron medidas para meter en vereda a sus tropas.
Aquella “tregua de Navidad” surrealista acabó tan de repente como empezó: en el fondo no fue más que una anécdota en una guerra que acabaría en noviembre de 1918 con 8,5 millones de bajas militares, el episodio más sangriento de la historia hasta la fecha. Durante unas horas, no más de un día, decenas de miles de seres humanos desoyeron a sus mandos y olvidaron la lealtad a su país para expresar la humanidad que tenían en común. Enviados allí para mutilar y matar, tuvieron el valor de dejar de lado sus deberes institucionales para confortarse mutuamente y celebrar la vida.
Aunque se supone que el campo de batalla es un lugar donde el heroísmo se mide por la voluntad de matar y de morir por una causa noble que trasciende la vida de cada día, aquellos hombres optaron por otra clase de valentía. Se identificaron con el sufrimiento de los demás y les ofrecieron consuelo. Al cruzar la tierra de nadie se encontraron a sí mismo en los demás. La fuerza para ofrecer aquel consuelo surgía de su sensación íntima y profunda de vulnerabilidad y de su deseo no correspondido de compañía.
En pocas palabras, fue un momento muy humano”.
En la narración que antecede, Jeremy Rifkin describe de manera cruda y conmovedora un momento puntual en la que aquellos hombres le dieron lugar a nuestra capacidad de ser empáticos, de sentir compasión, de conectarnos con lo más trascendentes de nosotros mismos y de los otros… más allá de los circunstanciales mandatos de cada época.
¿Acaso es esto un hecho excepcional y aislado? Entiendo que no. Justamente ese tipo de capacidades son las que, cuando nos animamos a dejarlas salir de las “trincheras”, nos constituyen como Humanos.
En los últimos años, neurocientíficos como Giacomo Rizzolatti y Vilanayur S. Ramachandran descubrieron y estudian las “neuronas espejos” o llamadas también “neuronas de la empatía”. Estas neuronas son el aspecto neurológico de la capacidad empática, que va desde la simple e inconsciente imitación del otro hasta la compleja y consciente capacidad para sentir/entender las circunstancias de otra persona como si fueran propias. Es la capacidad empática uno de los elementos primordiales a partir la cual creamos vínculos, generamos sociedades y progresa la civilización.
La mayoría de nuestras diarias interacciones con nuestros semejantes son empáticas y amorosas porque ello forma parte de nuestra naturaleza. De manera contundente lo expresa el biólogo y epistemólogo Humberto Maturana: “El amor es el fenómeno biológico más fundamental: el ser humano surge en la evolución biológica, no de la agresión, no de la competencia, no de la lucha por la vida, sino que de la convivencia, de la cooperación que hace posible el lenguaje como un modo de convivir”. Sin embargo, poco se habla en los libros de historia y en los medios masivos de comunicación de hechos como los ocurridos en Flandes aquel 24 de diciembre de 1914. Abundan los “cronistas oficiales” que han hecho y hacen un relato en el que el devenir de nuestra conciencia colectiva parece ser un compendio de miserias, robos, atropellos, injusticias, batallas, asesinatos, egoísmos…; con excepciones en la que algún “héroe solitario” se alza sobre estás sombras y nos revela una dimensión más luminosa de lo humano. Pero si estas hebras fueran mayoría en le tejido de nuestra historia, ya nos habríamos extinguido hace rato. Existen estos hechos, pero tratemos de no confundir la excepción con la regla; conocido es que resulta más noticia un avión que cae que todos los que vuelan, pero justamente porque la mayoría vuelan es que vende más y nos estremece saber del avión que cae.
En caso que naciéramos y sobreviviésemos creciendo aislados, no seríamos personas.
Lo fundante del nuestra humanidad y del estar en comunidad es la capacidad de empatía, de cooperar, de sentir compasión… Si así lo reconocemos, entonces podría entenderse que cada vez que hay sufrimiento individual y colectivo es porque hay una inhibición en la expresión de ésas capacidades. O dicho de otra manera: todo sufrimiento es el resultado de un intento ignorante de la expresión del Amor; cuando el Amor no se expresa sabiamente, entonces aparece el miedo con sus disfraces de miserias, robos, atropellos, injusticias, batallas, asesinatos, egoísmos…
Les daríamos otros significados a los hechos y documentaríamos diferentes crónicas si entendiésemos que el hilo que enhebra las páginas de nuestra historia es el trayecto evolutivo durante el cual (cada vez de formas más conscientes, inclusivas y sabias) vamos manifestando la empatía, la cooperación, la compasión… y el Amor. Es un hilo que recorre claroscuros recovecos, pero que siempre nos hace un poco más Humanos cuando nos desapegamos de los mandatos, salimos de las “trincheras”, renunciamos a “batallar” contra nosotros mismos y contra los otros, recorremos “la tierra de nadie” y nos celebramos en el encuentro.
Gracias , a imprimir xD
ResponderEliminarExcelente. Conocía la historia y sostengo también que somos animales amorosos por naturaleza, pero no sabia que se habia hecho una pelicula, la vere. Aca en Chile pasó algo similar entre soldados Argentinos y Chilenos, se realizó una pelicula que se llama Mi mejor enemigo.
ResponderEliminarGracias Gabriel por tus palabras! Tampoco yo sabía que existía la película, de "casualidad" la descubría días pasados. Trataré de ubicar la película "Mi mejor enemigo"; y si conoces algún sitio en la web donde verla sería un gusto que nos los digas. Un cordial saludo y que estés bien!
EliminarEn Youtube está la película que nos recomienda Gabriel. El enlace es http://www.youtube.com/watch?v=Lxj_0G9O_08
EliminarExcelente. Conocía la historia y sostengo también que somos animales amorosos por naturaleza, pero no sabia que se habia hecho una pelicula, la vere. Aca en Chile pasó algo similar entre soldados Argentinos y Chilenos, se realizó una pelicula que se llama Mi mejor enemigo.
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